14 de enero de 2012

2011: Los Mejores LP's (08-01)

Bradford Cox es un romántico empedernido. En este, su tercer disco solo, sin Deerhunter, aquel personaje raro del indie norteamericano, vuelve la cabeza y dedica, con sus grandes manos, un saludo, una mirada y unas cuantas palabras al romance lucido unas cuantas canciones. Podríamos sugerir a Parallax de hecho como una clase de disco crooner, tal cual si Cox estuviera poseído por los egos de Morrissey o, por qué no, Engelbert Humperdick. Cox impone una cátedra de pop en todas sus predilecciones: desde el psicodélico hasta la torch song en idioma ajeno; todo el registro se enfunda una más al nombre de Cox, donde este saldrá alzado en hombros. Durante todo el disco los elementos de el abordan las conocidas impresiones que Cox siempre medita; su característica guitarra y el tono de su voz ahí están, pero lo que logra absorber al escucha es la gama de texturas y melodías que aquí cuela sin pudor alguno; si bien hay ruido, lo hay poco y si bien hay melodías como en sus trabajos pasados, aquí Cox se empeño en dejarlas en los huesos. Con tanto amarre no es de sorprender que un disco así abuse tanto de la inteligencia de Cox, pero para nuestra fortuna, podemos ir tranquilos con el hecho de que él tiene bastante por compartir.

Tal fuera mito, hace dos años nadie te iba a creer que una banda como el quinteto de The Horrors iba a participar del revival post punk tan atinadamente como lo hicieron con Primary Colors. Algo tuvo que ver Craig Silvey, Geoff Barrow y Chris Cunninham, pero también el amor del grupo por los sintetizadores análogos, el reverb, Suicide y los ritmos tan monótonos como emocionantes. Primary Colors podíamos entenderlo como una clase de Joy Division recordando a Silver Apples y Neu! viendo algún documental sobre lo sugerente que fueron los años ochentas: o básicamente a una versión masculina del último disco de Portishead, Third. Después de eso, alabanzas. Si por algo el disco termino justo donde esta fue la inesperada solemnidad del trabajo: nadie, absolutamente nadie, esperaba un disco de tal caña, y ya en pleno 2011, el grupo prometió cumplir con un segundo material, esta vez producido por ellos mismos, con el cual sobrellevarían la capacidad que se les viene culpando de oportunista, al grado de que cuando XL decidió editarlo, la emoción de corroborar que la evolución de una de las bandas más emocionantes de los últimos años. Aun cuando en Skying, claramente su intención general ha sido quitar aun más espacio entre el pasado del grupo y su búsqueda actual, igualmente es claro, escuchando por ejemplo Changing The Rain, que han preferido la unión de la sustancia con lo digerible, y tan sano como imposible que suena esto, Skying flota sobre un espacio cargado de melodías, reminiscencias (desde The Doors hasta Physcodelic Furs y U2) y el alcance sublime de su terminado.

Promesas que despiertan susceptibilidades; a diferencia de los lujos que trae consigo el barullo ambiguo de aquel juego inducido por la popularidad inadvertida, el quinteto neoyorquino, Twin Sister, se ha forjado su propio brío. In Heaven indaga en aspectos que ya se le conocen al grupo; aun así en él se extraña mucho aquellos destellos de distracción: ya no hay espacios instrumentales o texturas sutiles, en cambio se han ido de cabeza directamente por la divergencia del pop. Si bien los malabares sepia y alegres que saben exprimir el sabor del grupo son aun más extensos y ocupan casi en total el registro de su nuevo material, su sonido ha progresado bastante y de manera positiva. Durante sus primeros EP’s la interrogante era si el grupo pasaba por remedio casero de la nostalgia pop moderna o como directos alumnos de la escuela de Berry Gordy. En Color Your Life, principalmente, dejaron en claro que podían provocar que se les determinara como chillwave, pero el grupo más bien asoma otras pestañas y da una idea de la barranca que se encuentran cruzando: aquella que lleva a una mirada directa a Pat Benatar tocando junto con Toro y Moi. Y si el pop casero no te convence o no es lo tuyo, quizás el horror de reconocer que una banda tan frágil y dócil como Twin Sister es capaz de restablecer la creencia y fe en el pop es lo que acuña tu prejuicio. La realidad recaen en si In Heaven es la respuesta a la negación del mismo género y lo que representa; en su caso de serlo, si se erige ante la expectativa. En ambos casos podríamos asegurar que la respuesta es: si.



Nueva York, Nueva York. Tal fruta extraña, la mecha que mantiene encendida la ciudad continuara siendo su gente. De ellos la amalgama de influencias, antecedentes musicales locales y albures modernos, Nueva York tiene con que educar y presumir a su gente. Tal caso es de Gang Gang Dance, esa comuna abundante en esencia y poder; aquellos que nos habían dado God’s Money y ahora se buscan a ellos mismos en su nuevo, el quinto, largo en su carrera. La pieza inicial, Glass Jar, conjuga los elementos que hacen Eye Contact uno de los mejores discos del año: casi 12 minutos en total y con 6 minutos de crescendo en espera de explotar: y es que el grupo juega inteligentemente, saben que lo suyo no es demostrar fuerza y sobrellevarla, si no que hacerlo esparciéndola de tantas maneras por todo el registro; y Eye Contact está repleto de esos momentos. Si bien la psicodelia es la materia prima del grupo, y aquí hay tanta como la pieza del Dr. Hoffman, el grupo ha volcado nuevos ritmos y aclaraciones de que lo que han encontrado no lo piensan soltar, lo harán suyo y que seguirá creciendo de mas en mas. 

Si el de Pomona ha sido cirquero, doctor, vendedor de antigüedades, trabajador del Salvation Army, soldado, poeta de lenguas muertas o pescador empedernido, en Bad As Me, su más reciente material después de siete años vuelve a tomarse en serio aquellas pieles que le ha ido en bien crearse para el mismo, invadidas por el mito del músico californiano que es la misma fuerza que mantiene esa máquina de vapor a tono y rodando. Musical y líricamente Bad As Me representa el mejor ejemplo de ello pero en caminos completamente separados. Líricamente, el léxico del hombre y su esposa en este su ya onceava colaboración juntos abusa de su inteligencia y conocimiento de la memoria vaga del calo norteamericano, la calidez y masculinidad y los guiños a terceros; el dúo maravilla de Waits y Brennan tiene la materia gris para componer y producir todo un disco sin dejar solitario ni un solo espacio en marco de inflexión, exponiendo la cultura gramática que se saborea del aprendizaje real y la voluntad cruda. La delicia que es el encuentro con sus palabras es la magia de la misma letra que emociona. La baraja de palabras (y su entonación) se ha vuelto mucho más compacta y directa aun manteniendo la tenuidad común del par de escritores. Musicalmente es otro tema: por sorpresa no cae muy lejos de la expectativa y ese es el factor decisivo de este registro; pero no nos detengamos ahí, que hacerlo sería adjudicarle a Waits un grado de predictibilidad que claramente no tiene: si bien los elementos que el músico comparte entre material y material son propuestas naturales que bien ha sabido darle filo, aquí se resienten de alguna manera como evocaciones del pasado. Son referencias que generan una voluble reacción a los detalles (unos más obvios que otros) y con Waits los detalles lo son todo; podemos señalar esa sensación de retrospectiva, que no es pecado alguno, pero, ¿Acaso alguna vez Waits tuvo que hacerlo? ¿Es necesario? El hombre de los pulmones de pipa quizás se entrego a la nostalgia y el repaso de sus ayeres pero la mencionada retrospectiva va de más con alguien con la cintura del tamaño que el músico posee. Independientemente si Waits, su esposa y sus músicos no han querido abandonar aquel fértil terreno de donde calcan las voluptuosas composiciones que engalanan cada vez el cancionero del músico norteamericano, simplemente, y hay que mencionarlo, nadie escribe canciones como aquel cantante de cabaret a punto de cerrar pero eso no justifica algo tan flojo como Bad As Me (y mucho menos cuando se habla de siete años que le separan de Real Gone) que tiene todos los elementos que hacen un disco de Tom Waits un gran disco, como costumbre. Podríamos entenderlo como alguna clase de finalización de periodo en particular; lo cual no es aceptable de un artista como Waits que no trata a sus registros como despojos o cumplimientos de contrato. Son ya diecisiete materiales de estudio y el hecho de que aun la emoción sonroja la expectativa de un nuevo disco es la un prueba de su culto y principalmente del legado que ha sabido forjar con cada paso que ha dado. Dicho esto, puedo asegurar, con precaución intensa, que Bad As Me es quizás uno de los peores discos de Waits. Y aun cuando quizás podríamos atrevernos a apuntarlo, considerar lo bueno que es igualmente deja entrever la calidad del cantautor: sin duda estamos quizás enfrente de uno de los discos del año, la inalcanzable carrera en contra de Waits es algo que no se gana. Es difícil saber, después de tanto análisis al que he puesto un disco con tan corta duración si es que denota algún tipo de truco en contra a una opinión acerca de lo mencionado, a leguas podemos hacer notar la poca relación que tiene cada tema con el otro, pero eso nunca ha sido un problema con los discos de Waits, lo incomodo es parecer cínico y apuntar que, si lo vemos con cierta perspectiva, podemos entrever en Bad As Me una obra de compromisos mutuos; ¿Es acaso el disco que su público quiere escuchar? Es difícil suponerlo; quizás el que esperaban, pero sería difícil creer que preferiríamos no tener al completo a aquella mula terca que no desea regresar al establo. Anteriormente mencionaba como Bad As Me es quizás uno de los peores discos de Waits; si se me permite, para cerrar el tema, me gustaría reformar aquella sentencia: Bad As Me es el peor de los mejores discos de Tom Waits.


Mi encuentro personal con Timber Timbre se vuelca a 2009 con el lanzamiento de su primer largo homónimo en la casa de todo Canadiense: Arts & Crafts. Renuente a escuchar un material que se postulaba sin pudor alguno como “El mejor disco de blues-folk desde el Rain Dogs de Tom Waits” (en su edición mexicana se acompañaba el digipack con aquella herejía impresa en forma de calcomanía) y lo que en realidad carga aquel debut es un hipnótico tratamiento medicinal de folk moderno, blues alegórico y pop retorcido; cada línea de aquel pequeño álbum de menos de cuarenta minutos, dígase musical o lirica, es una obra majestuosa que sin lugar a duda paso desapercibida; y no de manera errónea, si no al parecer como un secreto escondido suburbano. El añadido de Simon Trottier y Mika Posen a la nomina del grupo hacían que Taylor Kirk, aquel one-man-band zombie, pudiera disuadir sus ideas y expandir lo que Timber Timbre se iba convirtiendo; sus conciertos, eternas evidencias de la lejanía del proyecto dentro de los confines de la música moderna convulsionaban las composiciones de su material homónimo y esos dos ep’s que lanzara Kirk el mismo durante 2006 y 2007 hasta convertirse en renombres propios completos e independientes de sus contrapartes grabadas. Y se nota esa influencia: mucho ha cambiado en el transcurso de dos años. Creep On Creepin’ On, tiente tantos elementos que lo emparentan con su antecesor como valores que lo hacen totalmente diferente: la principal cuestión es sin duda que Taylor Kirk y compañía han sabido cobrar su historia juntos; las composiciones despegan de manera diferente aquí, no hay contrapuntos de minimalismo, se denota un trabajo en conjunto que termina aludiendo la lejanía del antiguo sonido del grupo más que alimentarse del mismo; sin duda se convierte en un punto medio de las direcciones que han tomado antes y aunque sin lugar a dudas no determina la sorpresa y el golpe que es propiciado al verles en directo, la lujuria del sonido que está incluido en este LP es absoluta complacencia atemporal. El sonido es más amplio y menos reseco; hay clavecines, guitarras y baterías completas y aunque carece de la intimidad permanente de su predecesor, acelera el pulso de misma manera manteniendo ese dialogo de hipnotismo impuesto.



La violencia es un artilugio simple de la demanda de atención y usualmente se puede confundir con el ruido. Chelsea Wolfe es sin duda una brutal dolencia de impronta visceral. Si bien ella y su banda responden y representan cada uno de los ideales femeninos de iconografía y acompañamiento al mismo tiempo vierten su saliva, sudor y sangre sobre cada una de las notas y las letras de su primer disco donde al parecer no se encuentra la pena ni la debilidad: el blues obscuro y la feminidad negra. En la música de la banda se expanden estos dos elementos que junto a la razón y el misterio, los cuales tal cual sangre vertida por alguna asolación violenta, sale disparada y corre por donde se pueda extender. Y si se me permite remarcarlo, algo que comparten los tres primeros lugares de esta lista, es aquel oscurantismo y misticismo que se cargan tan adjetivamente cada uno de los tres discos. En Apokalypsis, independientemente de lo que se le pueda acusar, remarcan el hecho de que si existe algo solido, honorable y único es la misma existencia de la violencia, muerte, sangre y demonios en contra de la belleza, el amor, la búsqueda y la razón. En Tracks (Tall Bodies) ella canta: “Podemos ser un par de línea derechas en un mundo torcido”, con esa voz que constituye el ideal catártico de la cantante, con la sobriedad poética de Smith y la sublime delicadeza y fragilidad de Marshall: y con ello de alguna forma sintetiza la emoción y dolor que se contempla, como herida abierta, a través del disco. 




El primer largo de Lorena Quintanilla y Alberto Gonzalez es un puño de pólvora; un termómetro de fricción en technicolor: en On Welfare la unificación de los elementos es la sustancia con la cual el tiempo que corre deja entreverlos; como si el recelo por las mismas composiciones abundara en el dúo y les permitiera contar un secreto a voces calladas: todo el paso del material se percibe como si se tratara de un ritual, que funciona por medio de la empatía, y  que se yuxtapone ante la propia percepción del mismo: como si la misma recepción de la música no importara tras las intenciones del dúo. Es eso mismo que hace encantador al material. Hay tantos sonidos que la saturación es sustancial, pero el grupo sabe sobrellevarlo, saben cómo modular el flujo de su ruido en una práctica casi catártica. El disco de inicio a fin se convierte en el testamento del garaje moderno; aquel que se vierte diluido en una cámara obscura que permite ver una diapositiva borrosa de las consecuencias del ruido. La eficacia con la cual el grupo de Guadalajara, quien ahora se ha relocalizado en la capital del país, se embarca durante su primer largo a una promesa con runa; aun hay mucho que resolver y aun mas por que hacerlo. Aun con lo que dicte el futuro, podemos ya adelantarnos y llamar a On Welfare uno de aquellos clásicos modernos en vías de canonización futura. Podemos hablar de él y, sin mordernos la lengua, por este disco usando miles de sinónimos a su grandeza; On Welfare es sin duda el mejor material discográfico entre muchos por tantas razones que podríamos acabar en cliches burdos del absurdo regular. Es un más fácil alabarlo de manera simple. Si se me pregunta, lo que Lorena y Alberto volcaron en su primer trabajo evoca milímetricamente algo fuera del espacio conocido. En alguna platica buscando definir su propuesta de manera simple, salió una sencilla negación con su espacio geográfico, donde él "Es que no suenan a mexicanos" termino siendo corregido rápidamente a "No suenan de este planeta". Y es que con poca o mucha determinación, no es difícil encontrarle cinco patas al gato que es On Welfare; y todo lo tiene a su favor. Si bien el sonido de la banda es errante, poseen una abreviación digerible y tangible; son por igual un misterio como fáciles de escuchar. Su encanto es una miga prendida en medio de un campo; y todo lo demás está listo por quemarse. No abusan del tiempo ni de sus circunstancias, por que toman puntos que pareciera que nadie ha tocado.