18 de abril de 2012

Resena: Isreal Martinez – Two Expressos In Separate Cups

Isreal Martinez
Two Expressos In Separate Cups
(2011, Aagoo Records) LP, ltd.

En 1951 John Cage visito la cámara anecoica de la universidad de Harvard. El compositor estadounidense esperaba escuchar “silencio”. Cuando salió de la sala le comento al ingeniero de sonido encargado de la cámara que había escuchado dos sonidos: uno agudo y el otro grave. El ingeniero le indico que el sonido grave había sido la circulación de su sangre y el agudo su sistema nervioso. El “silencio” como concepto puro es inconcebible pero como abstracción es indiferente y es consecuencia de la percepción y los sentidos. En 2011 el Museo Universitario de Artes Contemporáneas para su Espacio de Experimentación Sonora le comisiono una pieza a Israel Martínez; el conocido músico jalisciense monto entonces una exhibición que desde marzo hasta julio del mismo año se presento en el mismo museo. La pieza originalmente se componía de 56 minutos que se recorrían en forma de loop y fue creada específicamente para 16.2 canales que descansaban en la exhibición: “No importaba en qué momento el escucha entrara al espacio, podría escuchar por minutos o horas” se lee en pequeño en la portada del disco a manera informativa por el mismo autor que igualmente explica el proceso detrás del trabajo: “Tome muestras de pequeños segundos de silencios de varias películas que me han influenciado y las mezcle con mis propias grabaciones de campo. Finalmente agregue sonidos electrónicos de sintetizadores análogos y digitales para completar la obra”. Regresando a la anécdota de Cage y la cámara anecoica, esta explica quizás de manera sencilla la búsqueda que el compositor estadounidense tuvo toda su vida para entender y exponer sus ideas sobre el sonido: su movimiento, abstracción, percepción y manipulación: "Cuando escucho lo que llamamos música, me parece que alguien está hablando: hablando sobre sus sentimientos, sus ideas; pero cuando escucho el sonido de tráfico, no siento que alguien está hablando sino que el sonido esta activo y me encanta la actividad del sonido" comentaba el mismo en una entrevista poco antes de morir. Si bien en la música el silencio se entiende como la ausencia del sonido sería muy limitado usarlo o pensarlo de esa manera; Israel conoce los elementos y usos del mismo, los aplica en este trabajo como trasfondo arraigado al cinema, busca extender una metáfora de la representación misma del sonido fuera de su contexto y al mismo tiempo lo ha hecho entregándosela al escucha.

El año pasado durante el reconocido festival de mayo en la Ciudad de Guadalajara, Israel Martínez, vestido de negro y sin luces encima, tocaba una rugosa pieza de texturas y ambiente. Lo mismo había hecho el año anterior en las vías del tren de la misma ciudad con una pieza dedicada a la maquina ferroviaria. La diferencia de las dos piezas fue el atino que el capo de Abolipop supo derivar a su trabajo: en esta última la ambientación significo un plano mucho más perceptivo. Durante su presentación en mayo del año pasado el ambiente que su manipulación sonora dejaba como mancha permanente sobre la Plaza de la Revolución de la capital del estado de Jalisco la abrasiva consigna de su trabajo. Un sencillo movimiento de cabeza o recostarse sobre tu mismo peso en contra de tu espalda (esta última mi favorita) le daba una percepción diferente al trabajo. Si bien aquella presentación estaba o no aparentada con la obra en tema peco de ignorarlo, pero lo que aquella noche estuvo ocurriendo a mi alrededor, donde la mayoría de los presentes estaban muy callados y quietos ante tal show, me hizo reflexionar de nuevo en la capacidad de deliberación ante una obra en especifico. Igualmente a finales del año pasado el sello de New Jersey, Aagoo Records, edito el trabajo de Israel en 200 acetatos de calidad impecable. Encima un poster gigante de un solo lado diseñado por Bas Mantel aporta un bello detalle monocromático al trabajo. El extracto de 40 minutos de aquella exposición que sirve de registro permanente en las dos caras de este disco, 20 minutos cada una, funciona de manera similar: se adentra en la áspera relación del registro mismo y el escucha con su entorno de manera directa y sencilla que ahonda en la idea de que, independientemente del trabajo, en la música el escucha puede manipular su percepción a voluntad convirtiéndose de manera activa en parte de la obra o usando las herramientas a su alcance para lograrlo. Su edición en acetato funciona para tal tarea, aquella de escuchar cualquiera de los lados ya sea a 33 o 45rpm, o inclusive más lento que 33rpm, manipular sus vueltas manualmente, jugar con los bajos, medios y altos, mover la cabeza en diferentes posiciones, posicionar bocinas de manera diferente o inclusive con volúmenes desiguales, escucharla con audífonos a diferentes horas del día: son los diferentes contextos en los que uno normalmente escucharía un disco, pero difícilmente nos sentaríamos cómodos a aceptar las diferencia de la percepción que tenemos de la obra original por qué no nos sentimos cómodos ante tal idea aun cuando nos da la libertad de hacerlo o ser participes de ello.

Pero con una obra como esta, abstracta en todos sus detalles, la labor de respetarla en una manera bruta es incomprensible cuando se puede ser parte activa de ella. De cierta manera la idea de comprender la obra supone igualmente la acción de participar y extender la misma propuesta de modo que se le pueda dar una valor mas allá de lo que el artista bien pudo crear: o suponer que hacía. Esa es la percepción y funciona de manera subjetiva, tal como el silencio a la música.