(1991, Geffen) LP
Seattle era el epicentro de la nada; aquella ciudad que albergaba las sobras de un país en ebullición. Mientras en las demás urbes se había escalado tal y cual esquema, la ciudad dentro del estado de Washington era la relegación de los mismos. Se podría pensar de Seattle, a principios de los 80’s, como el gran perdedor de la nación. En el documental Hype!, de Doug Pray, se cuenta la historia desde la perspectiva de sus habitantes; de cómo la ciudad solo funcionaba como el final de un embudo que no traía nada bueno consigo. Sus músicos fueron cambiando, su ideología fue cobrando vida y se dejo de buscar lo ajeno, se incomodo con lo propio y se enseño a contribuir. Se consiguió crecer y creer en una escena y sus respectivos apoyos: en 1986 Sub Pop surgía de los sótanos de un par de adolecentes con vistas a los suburbios y de pronto Seattle estaba en el mapa con una respuesta a todo lo que veían pasar sus ojos.
Arberdeen vio en 1987 nacer a Nirvana; tanto la ciudad como la banda tenían sus ojos en la cercanía de Seattle. En ese entonces compuestos principalmente por Kurdt Kobain como vocalista y guitarrista y Krist Novoselic como bajista; la batería iba pasando de manos a manos (de Aaron Burckhard a Chad Channing); el grupo se adentraba en el circuito musical de la ciudad con bandas como Melvins y Dwarves. En medio del éxito y expansión del sonido de Seattle, Sub Pop ficharía y editaría, en 1989, Bleach: el primer disco de Nirvana. En su gestación, el grupo se sintió obligado a continuar el mito de la Sub Pop; Kurt principalmente decidió dejar a un lado sus intenciones de conseguir un sonido crudo y violento, pero al mismo tiempo elaborado, atractivo y digerible. El grunge en general representaba la rebelión de los jóvenes de Seattle, pero Nirvana era un grupo poco común al ser contestatario. Aun cuando claramente eran una banda de punk, su sonido, desde el inicio, comulgaba abiertamente con el pop: poca blasfemia incluida que el grupo inmiscuyera en las influencias, principalmente de Kurt, de personajes como Lennon o Led Zeppelin.
Para 1990 el grupo viajo con Butch Vig a Wisconsin. Emancipados de Sub Pop debido a problemas económicos, firmaron con Geffen Records (aconsejados por Kim Gordon de Sonic Youth) y grabaron los esbozos de lo que después, durante septiembre de 1991, ya con Dave Grohl como baterista de tiempo completo, se convertiría en Nevermind. Su grabación se hizo fácil; Butch siempre ha hablado de la rapidez y facilidad en cómo se grabo. La claridad del grupo y su profesionalismo igualmente destaco. Hasta el día de hoy es impresionante pasar un momento por los dos lados del álbum. La calidez de las voces de Cobain y Novoselic, con el ultimo destacando ampliamente, haciendo un acompañamiento excelso en las vocales y su gran habilidad a las cuatro cuerdas. Grohl manteniendo la sencillez con resultados maravillosos. Todo el disco es un paso adelante enfrente de un espacio amplio: la batería por ejemplo de Come As You Are resulta embriagadora en un sentido analítico y dependiendo del elemento al cual se le apunte con lupa en mano, la revisión resulta de manera sorpresiva en cada detalle. Butch Vig y el grupo cuidaron cada uno de ellos: música, melodías, detalles y letras.
Estas últimas de maneras divergentes: la temática, imposible de descifrar, en las letras de Cobain, cobra un plano secundario. Siempre abogando principalmente sobre la melodía, Kurt se obligaba a sí mismo a ser dependiente de ella. Aun así, sobre revisión, encontramos pasajes de amor perdido, rebelión, frustración e intensidad en sobremanera. La leyenda cuenta que Tobi Vail, de Bikini Kill sirvió como inspiración de la mayor parte del contenido lirico del disco. Vail fue compañera de Kurt después de 1986 y dejo una marca sustancial en la vida del cantante, su relación paso a la historia cuando Vail no quiso seguir el juego de la pareja común que Kurt tanto anhelaba con ella; siendo feminista considero que seguirlo sería sexista. Y el disco está lleno de detalles y nodos unidos y abiertos hacia Vail, pero, aun así, quizás el momento más emocionante del disco, tanto musical y líricamente, transcribiría la guía adolecente y juvenil universal. Something In The Way, con la cual se cierra el registro, es la joya con la cual podríamos extender palmas y ramos. La historia del sueño roto suburbano; la problemática emocional y el sentimiento que estrangula la noción del tiempo; aquí y ahora, donde sea: es un tiempo externo y general.
Nirvana, con Nevermind, comprendía y asimilaba lo que el terreno ya había visto pasar. El punk de Athens, la generación post punk de Nueva York, las radios universitarias, Pixies, Sonic Youth y R.E.M.: el trío emprendió un camino que correspondía la respuesta más correcta a todo ello. La diferencia, pequeña sin dudar, fue que el haber estado en el lugar y momento justo: "Aquí esta alguien que es uno de ellos, canta para ellos y sobre ellos. Y de pronto tienes una camiseta de Nirvana encima" apuntaba Henry Rollins; y en definitiva eso resume un disco que, a veinte años de su edición, sigue marcando una pauta que refleja toda una movilización que generaron tras generación, aun hasta el día de hoy, continua trazando una órbita alrededor de el. "No sonaba histórico; no sonaba como el futuro... solo sonaba fantástico" como diría David Fricke, editor de la Rolling Stone para el documental de Classic Albums sobre el disco en tema.
Con su nacimiento, evolución y caída el trío marco el último eslabón conocido del punk; aquella "Historia secreta" como la denominaría Thurstoon Moore en el documental Punk: Attitude: "Los historiadores solo pueden ver ese momento porque no hay un registro de lo que realmente paso antes". Nevermind históricamente tiene un lugar indiscutible; musicalmente su influencia se emparenta con su legado. Nirvana representa el paradigma que resume la historia cultural de los noventa y Nevermind es su eje central. Veinte años han pasado y seguimos recobrando fuerzas a su alrededor.