14 de julio de 2012

Resena: Cat Power - 2012 Reissues

Cat Power
Moon Pix
You Are Free
The Greatest
(2012, Matador) LP, Re

Hubo un tiempo en el que Chan Marshall era como u ciervo con las altas encima. No ha pasado mucho de eso, pero la gata de Atlanta siempre ha dado la impresión de vivir en su propio mundo. Con la inminente salida en septiembre de su último disco, SUN, Matador parece considerar importante recordar el pasado de la cantautora. Reeditan Moon Pix, You Are Free y The Greatest como parte de su línea económica en acetatos de 120 gramos; benditos ellos; y con ello quizás intenten remarcar que Cat Power, ya con 40 años, se ha consolidado como artista, cantautora y principalmente ser humano con los años y cada disco que ha hecho. Porque hablamos de un artista quisquillosa, en su momento enfermiza y delicada, del tipo cuya voz se quebraría tratando de explicar alguna línea de sus canciones. Una artista en el significado amplio de la palabra.

Las pesadillas del sur, Australia y el delicado sonido del trueno:
En 1996 Marshall se mudo a un rancho en Prosperity, Carolina del Sur y Bill Callaham lo acompañaba, ella le llamaba “su Tom Waits”. Los dos jóvenes tenían planeado dejar la música y vivir tranquilos en aquel pueblo. De Moon Pix a You Are Free los separa cinco años y de este ultimo a The Greatest tres: Marshall es reconocida por su temperamento y su personalidad dispersa, detrás de ese copete chulo entre ceja y ceja se carga una naturaleza explosiva, repasar su historia es llevar nota de un sinfín de planes a medio cocinar, de círculos viciosos y de juventud temprana. En aquel año del 96, Marshall y Callaham no dejaron la música; de hecho, durante su estadía en Carolina del Sur, después de una noche de pesadillas Marshall escribió lo que después en Australia junto a Matt Voigt y la base rítmica de Dirty Three convertiría en Moon Pix: “La tierra se empezó a mover, espíritus obscuros estaban golpeando cada ventana de mi cuarto. Desperté y tenía a mi gato aun lado de mí; comencé a pedirle a Dios que me ayudara. Corrí hasta mi guitarra por que trataba de distraerme, prendí la luz y le cantaba a Dios. Tome la grabadora y grabe una hora, toque la grabación y la separe en seis canciones; de ahí salió el disco”, le contaba Marshall a Elizabeth Goodman para su libro A Good Woman. En Say, del mencionado disco, se escucha truenos mientras Marshall reclama que “cuando no hay nadie, el amor siempre te amara”, Voigt menciono alguna vez que en medio de una toma Marshall se detenía y comenzaba a llorar pidiendo disculpas, el productor encantado de su vulnerabilidad supo como entonarla, grabarla y con quien presentarla. Aun cuando la mayor parte del disco se escucha a Marshall sola con su guitarra en algún estudio de Australia, Mick Turner y Jim White de Dirty Three acompañaron en guitarra y batería respectivamente. Moon Pix es exageradamente lento, personal e intimo, fue el primer disco de Cat Power que escuche; y curiosamente el primer acetato que compre. Durante mi canción favorita, Colors And The Kids, se hizo un locked groove con el uso; un loop de piano perfecto que se repite con la aguja atorada. Usualmente dejo que corra por uno o dos minutos. Alguna vez escuchando esa imperfección reflexione como la vulnerabilidad y el desvelo puede tener un manto de tanta esperanza. Lo primero que me enamoro de Marshall fue su voz, después esas pecas que le cubrían el rostro en la imagen de portada. Y es que con una forma tan impulsivamente frágil eso de aparecer entre rosas a primer plano en su propia portada parecería que había que festejarle.

La libertad, la fiera en ausencia y el grito de búsqueda:
En You Are Free su presencia en la tapa es contraria: alejada en medio de un parque donde los arboles van muy arriba y solo se alcanza a reconocer su espalda y su cabello largo. Fueron cinco años en los cuales Marshall se separo de Callaham, se gano su famosa reputación en directo, se negó a grabar un nuevo disco y prefirió tocar covers para vendérselos a Matador con un post-it. Marshall es la clase de chica que reconoces con la punta de la retina pero cada que lo has de hacer ella es diferente: esto es igualmente aplicable a su música. You Are Free empieza de forma incomparable a su predecesor, su voz satinada es tan letal como en su pasado trabajo pero no es de dudar que ha dejado noches como aquella en el rancho de Carolina Del Norte lejos: pero aun cuando se le escucha más sabia su cabello aun huele a la ansiedad de una mujer pidiendo disculpas. A principios de su carrera Marshall siguió el consejo que Tom Waits le cantaba y llego a la Gran Manzana con guitarra acuestas. Edito dos discos y Matador la llamo a llenar sus filas, era 1996 a tres años de que el sello terminara su relación Capitol y Liz Phair se quedara atrás. ¿Sera que de alguna forma el sello adelanto la ida de Phair con Marshall? La carta fuerte del sello era Phair hasta ese momento, pero si se me pregunta, Marshall, con cinco años más de juventud, siempre fue más interesante y si se me deja hondar en la comparación a Phair siempre le gusto ser la chica que emociona a todos tus amigos y sueñas con tener, mientras que Marshall era quien te daba el mal rato a sabiendas que no verías mas que sus pecas y copete cuando pasaba a un lado de ti: misteriosa y fugaz. En Moon Pix la fragilidad de sus labios acompañaba solamente a su guitarra y piano; en aquel momento quizás siguiéndola la pista a Callaham se animo a tocarlo, pero en You Are Free lo usa de manera elíptica justo en un nervio y ansió de hipnosis: Marshall empieza con una carta abierta a Kurt Cobain y termina a duo lento con Eddie Vedder y a lo largo de todo el viaje se sabe demostrar en las letras y el sonido, esa tierna y solitaria forma con la cual recorre las notas del piano con sus dedos, lo filoso de su guitarra y los llamados junto a Dave Grohl en los tambores: su temperamento intacto consume cada esquina del álbum. Y es que si en Moon Pix se deletreaba lentamente en You Are Free los mismos elementos han podido conjugar diferentes palabras muy rápidamente; tanto que la conversación deja de ser incomoda y llega a ser más accesible, pero a detalle sigue abrumando. Si bien The Greatest, el disco que le seguria a este de tres años antes, sería el último tiro de la catapulta que posicionaría a Marshall como canon inmediato dentro de los nombres que suelen asociarse en la tradición general casi intachable, fue este material el que le formaría de manera casi inmediata ese salto: inexacto, probablemente lleno de errores, inseguridades e incomodidades, todo Chan Marshall se veía reflejado en las páginas de un ejercicio de purga mental y emocional. Escondiendo las participaciones externas a solo iníciales, la mujer de Atlanta se escuchaba esplendida, hermosa y radiante; la experiencia que le permitía su eterna juventud y su voz que retumbaba como aquella de Joni Mitchell.

La mejor, entre condiciones:
"Alguna vez quise ser la mejor" comienza a cantar Marshall en The Greatest: "Ni el viento o una cascada podía detenerme" completaba. De nuevo parecía que la gata quisquillosa que lleva dentro Marshall pedía perdón: perdón por tres años de ausencia, por haberse perdido en sueños etílicos y dejar que la ciudad le ganara: "Me derretí en una armadura negra; me bajo completamente al sur, culpable” pareciera que confiesa ante sus ganas de limpiarse donde justo antes de hacerlo, quizás como ultimátum personal, se fue a refugiar al sur, en Memphis, con el deseo de tocar con la vieja banda de Al Green. Matador dijo que si y Marshall no tuvo más que hacer que resignar sus canciones ante tanto caballero: y digo resignar porque si algo remarcáramos como sello característico de la de Atlanta seria sus obvios celos ante sus propias canciones: productores, Warren Ellis, salas de conciertos, inclusive fans, han sido mirados con ardor cuando ella quiere redoblarse en sus creaciones. En Speaking For Trees Mark Borthwick intento retratar a Marshall de una manera natural y sin presiones y aun en ese estado la mujer no puedo hacer más que dispersarse entre los arboles con sus pies descalzos: durante el registro en video de casi dos horas en una sola toma y en foco estático Marshall toca tres veces la misma canción de Dylan, deja de tocar y comienza de nuevo para remontar alguna otra melodía que tiene en la cabeza y exprime su cancionero hasta lugares del pasado (pisándole la cola a sus primeros discos) y el futuro (tocando canciones de sus siguientes dos materiales). Y cuando pareciera que seguirle el paso, el juego y atinarle a su temperamento podría ser más difícil, la mujer se desaparece de nuevo y cuando resurge de su pequeño retiro en el sur, el campo no hace más que correar su título: The Greatest es diferente. Como se mencionaba al principio, las reediciones de estos tres discos no hacen más que reafirmar el paso que Marshall ha caminado para erguirse como una columna; tanto artísticamente como musicalmente, pero principalmente como ser humano. Chan dejo muchas cosas y también permitió otras, las recorre en este disco hablando de ellas como imaginaciones de su interior consumado: la bebida, el amor rápido y la espera del verdadero. Entre los tres discos existe un amplio espacio; abismal, aun cuando nos referimos de la misma artista; en la maleta cada vez llevamos más cosas pero siempre había estado llena: ¿Cómo pudo ser que la cantante de Atlanta pudiera lograrlo de tal manera? Para cuando mi preguntaba estaba en la punta de la lengua ella ya estaba con los brazos y guantes arriba, esos guantes de oro que después usaría de colgantes, ganando la batalla ante tantos fantasmas que la persiguieron durante tanto tiempo; ya solo le faltaría dejar de fumar.




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