Una de las historias más escondidas dentro del equipo de reproducción de discos es sin duda la del Finial LT-1. En la Consumer Electronics Show de 1984 Robert S Reis, Robert E. Stoddard y Robert N. Stark presentaron un esfuerzo falso que generaría misterio e interés, sus detalles y funcionabilidad eran nulas aun, ya que a al trió de Roberts no se les había concedido aun la patente de su invento: una tornamesa de laser.
En 1977 William K. Heine, experto en audio digital, presentaría un papel titulado "Reproductor de fonógrafo de laser" en la 57ava convención de la Sociedad de Ingeniera de Audio (AES, por sus siglas en ingles). En aquel papel, Heine explicaba detalladamente el método que desarrollo, en un periodo de 4 años, el mismo para que un laser de helio-neón de 2.22mW pudiera escanear y reproducir un surco de acetato en tiempo real. Un año más tarde se le concedería la patente norteamericana y su invento se le llamaría Laserphone y con él, no solo sentaría las bases de los fonógrafos de laser, si no de la reproducción digital contemporánea.
Ya en 1983, Robert S. Reis presentaría su tesis sobre una "Tornamesa Optica" al final de su maestría. Con el apoyo de la Universidad de Stanford y siete millones en capital de riesgo, se unió a los dos Roberts mencionados, para idear y realizar una tornamesa que leyera discos de plástico negro con la tecnología laser. Fundaron Finial Tecnhology y completaron su invento en 1986 como prototipo presentándolo en la mencionada convención bajo el nombre de Finial LT-1. Su invento levanto suficiente expectativa para ignorar ciertos rasgos y detalles que aun se necesitaban pulir (la reproducción era tan exacta que tocaba el polvo y partículas dentro de los surcos), su idea era lanzarlo al público y apuntar a un mercado de melómanos obsesionados con la calidad con un precio inicial de $2500 dólares que luego subiría en 1988 a $3786.
Para ese entonces Finial estaba en decadencia: no solo los costos de manufactura y el alto riesgo de marketing impidió la salida del invento a finales de los ochenta, por aquellos mismos años la tecnología de laser ocuparía su tiempo en el nuevo hijo prodigio: el CD, cuyo mercado se extendía por su bajo costo y practico uso. Finial termino rindiendo sus esfuerzos y vendió su patente a la compañía japonesa BSR.
No fue hasta 1997 cuando BSR, reformada como ELP lanzarían al mercado la ELP LT-1XA, la primera tornamesa de laser comercializada al público. En detalle, la versión japonesa cumple las bases tanto de Heine como de Reis y su equipo: con cinco rayos que dividen el trabajo de escaneo, sonorización y peso, los lásers concentran el trabajo por encima del surco, tal como una aguja elíptica, pero aun más profundo que una esférica. El proceso es completamente digital pero la salida de audio es completamente análoga, lo cual evita muchos problemas que vienen adjuntos a la reproducción musical en acetato, como suciedad, gasto del acetato, peso o retroalimentación acústica debido a la aguja. Su uso está limitado a los discos negros, ya que el escáner no puede reconocer aquellos de color, transparentes o translucidos (vanidades que no deberían importarle a un verdadero "audiophile" debido a los estigmas del audio relacionados con tales ornamentos).
Con un precio de 12,000 hasta 16,000 dólares americanos, no sorprende que los registros de la compañía sean de 1300 unidades vendidas hasta 2007. El mercado del producto es altamente cerrado y se confina solamente a usos comerciales e históricos; en consideración, su uso residencial podría significar solamente una total y completa compulsividad de la calidad sonora, a diferencia de uno, que no cuenta las horas que ha pasado la aguja sobre el disco (que cabe mencionar que lo recomendado seria de 500 horas) y solo requiere que suena alto y fuerte.