29 de junio de 2012

Resena: Patti Smith - Horses

Patti Smith
Horses
(2012, Legacy) LP, reedición

A veces no es tanto la historia detrás de cada cosa; si no la que desata. Arthur Rimbaud tenía entre ceja y ceja la idea pretensiosa de que en el mundo del poeta el artista debe destruirse a sí mismo. Su imagen, esa de adolescente peligroso, abundaba en ello; su pretensión entonces iba más allá manchando su estilo de vida y su trabajo. Su poesía desato toda una revolución consciente de que existía un plano inconsciente en las letras. Entonces Rimbaud ya no suena como un chico pretencioso, si no como un verdadero maestro de la pluma en mano cuyo influjo nadie cuestiona de dónde provino sino que se contabiliza en aquellos a quienes ha llegado. Patti Smith, la poeta de ojos cálidos y sangre fría, la hermana del abrazo húmedo y la madre de toda una revolución. Ella mira directamente al lente de Robert Mapplethorpe, con esos ojos determinantes; lleva pantalón negro y una blusa blanca sosteniendo con una mano un saco negro. Tal como Rimbaud ella manchaba su vida con el desvelo de su arte; como él se animo a gritarle al mundo cuando era solo una adolecente: Horses se edito en el invierno de 1975 y 2012 marca el aniversario número 37 del álbum. Suenan tan pocos los años pero al ver a Smith con el cabello gris uno se da la idea de lo ha pasado. Ella acaba de cumplir los 65 años de edad pero en aquel lejano 1975 ella tenía solo 29 años. En Nueva York los jóvenes iniciaban un fuego que a lo largo de los años setenta se consumiría como el movimiento punk y Smith estaba en primera fila. Era una marca grabada en oro incendiándose, era la juventud que continuaba festejando la boda entre la conciencia y el apuro de vivir.

Horses empieza con In Excelsis Dio, una pequeña introducción donde lo primero que rompe el silencio, después de un piano que da vueltas a través de los surcos del álbum, es la voz de Smith cortejando los oídos subversivos: “Jesús murió por los pecados de alguien pero no los míos”. Desde ahí y algo que siempre me ha fascinado acerca del álbum es la báscula enloquecida por querer balancearse correctamente entre un sentido de urgencia y la mirada analítica y pesada de un artista consumado. De un lado no se puede excusar con la verdad de que Smith tenía 29 años; joven heredada del litúrgico literario común de su época y lugar, por supuesto, pero CBGB’s no era necesariamente un club de animales, y quizás lo eran hasta cierto punto, pero había un indeleble y silencioso compromiso antes los ideales que representaban la cultura que defendían; buscaban representar la revuelta que habían conseguido iniciar con las credenciales que se hicieron ellos mismos, pero Smith era diferente y si años después Jagger la llamaba una “poser”, en Birdland por ejemplo, ese tercer corte de la cara principal, ella deja que su misma temple sostenga el otro lado de su pretensión como artista: esa mirada analítica y pesada. El disco esta manchada con las dos poses: en Break It Up, Tom Verlaine de Television sacude a Smith mientras ella exclama “Puedo sentirlo”, se toma su tiempo como en Birdland y busca la manera más exacta de seducir, pero la urgencia, en vez de sucumbir en ella como adolecente, la utiliza a su favor, conoce su fuerza y la apoya en su lengua y letras y hace a uno pensar: ¿Dónde ha estado esta mujer toda mi vida?

Para Nueva York era un momento especial, la ciudad de la juventud eterna; o más bien de los jóvenes prominentes se retorcía de tal manera que el polvo no se podía juntar. Hablar del movimiento punk es desmedir frases: solo con un año de diferencia Horses se separa del primer disco de los Ramones editado en el 76 y el de Television en el 77. Los pilares del punk siempre han sido minimizados por la historia como definitivos, pero, si se me permite remarcar y dejamos detrás la herejía, su supuesta etiqueta de “Madrina del punk” es igual que tratar de desempolvar el antiguo testamento según Richard Hell: absurdo. Porque existe un punk según The Velvet Underground, uno según The Vovoids y otro según los Stooges, mas al igual que Reed, Hell y Pop, Smith gira en un entorno personal. Ese mismo año Dylan editaba Blood On The Tracks; como buena seguidora del señor de Duluth, ¿Smith habrá caído en el seductor juego que el músico gangoso empezaba? Dylan creó uno de los discos más hermosos, dolorosos y aparentemente personales de su carrera y desde ese momento, aun cuando rastreando su vida el humor y la cachondería siempre estuvieron latente, pero si bien para enmascarar el difícil tiempo que vivía Dylan supo como resguardarse tras la figura de un artista en negación de su mortalidad y en pro de su arte como vida propia. Al igual que Rimbaud Dylan proponía entonces abordar y entender la vida del artista tal cual su arte; pero Dylan le daba la espalda como parte de su lógica y extraña manera de entender su obra.

¿Smith lo supo interpretar? ¿Aprendió de ello? ¿Qué hacia Smith en 1969? ¿Habrá sido fan de Reed y compañía? Hay tantas preguntas y muchas son respuestas obvias al continuar en la línea de su carrera. Pero el roce que Horses significa a comparación de toda su historia artística, en 1975 fue literalmente un golpe seco. A diferencia de Rimbaud que dejo su arte por completo a la edad de 23 años para caminar por el mundo, Smith nunca dejo que el fuego se apagara. Smith no es un icono de los setentas; es un ser humano que le pertenece al arte que profesa. Un tiempo en específico no podría reclamar su temple siempre provocativo. Hoy en día su influencia es innegable y ha sabido tomar de sus ídolos lo mejor y dejar lo peor, lo frio y lo triste a un lado. Ella misma es un espejo de la vocalización urgente que aceleradamente recuerda cada que abre la boca y entona su garganta: políticamente activa, comprometida y sugerente y Horses fue el inicio de ello, o al menos los ojos testigos del mundo para conocer el arte que una joven Patti Smith se traía entre ceja y ceja: tal como Rimbaud lo hacía.